ERA DOCENTE, A LOS 22 AÑOS PASO A VIVIR EN SITUACION DE CALLE, Y AHORA ES REFERENTE DEL ABROJO

El 19 de agosto fue el Día Internacional de las Luchas de las Personas en Situación de Calle. En Uruguay hay 2.755 personas en situación de calle, según el último censo del Ministerio de Desarrollo Social ( Mides). Un poco menos de la mitad duerme a la intemperie.
Hay alta incidencia de problemas de salud mental y adicciones en esta población. El ministro Martín Lema informó que el 91% consume alguna sustancia. Entre estos, el 72% lo hace de manera diaria, el 43% recibió un tratamiento y el 39% estuvo internado. Sobre el tipo de sustancias que consumen las personas en situación de calle, el 77% consume pasta base, el 53% alcohol, el 48% marihuana y el 23% cocaína.
Subrayado visitó El Abrojo, donde hay un espacio llamado La casa, un centro diurno de puertas abiertas en el que las personas pueden concurrir y recibir asistencia, además de realizar actividades.
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“Las personas que llegan al servicio vienen cargadas con un montón de historias y con mochilas también. La situación de frustración, de andar para arriba y para abajo, de haber perdido las redes familiares, barriales. Hacen que la persona llegue deprimida o a veces pasada de rosca con una emoción no acorde a su situación”, explica Natalia Cámara, psicóloga de El Abrojo.En ese sentido, cuenta que las personas llegan con mucha necesidad de hablar, de ser escuchadas, y que por eso trabajan en la hospitalidad.Lorena Briozzo, socióloga del centro, indica que el consumo es “en la búsqueda de generar un placer o evitar un displacer”, por lo que “el consumo asociado a la situación de calle es casi de sentido común, que tiene un motivo clarísimo, que es aliviar una situación de sufrimiento social extrema y el consumo está muy presente pero hay una búsqueda personal”.

En La casa hay “un conjunto de ofertas para ocupar el tiempo”, indica Cámara y agrega que el enfoque para trabajar con las personas es “protagonista y participativo”.

Briozzo sostiene que el momento más riesgoso para el consumo, el “crítico”, es desde las 5:00 de la tarde, horario en el que cierran los centros diurnos y las personas deben ir a buscar un refugio para dormir. “Puede ser que entren a las 20:00 o a las 22:20 les digan tenés que ir al refugio que queda a 15 kilómetros de acá. Toda esa situación la viven con muchísimo estrés, y muchas veces es la que llamamos la zona de riesgo para la recaída, donde el consumo aparece como un salvataje”.

Para la socióloga la internación y la medicación es una de las herramientas, pero se debe complementar con tratamiento comunitario y el sistema sanitario, así como protección social.

En El Abrojo se trabaja con figuras que son referentes pares, usuarios que también están en situación de calle, pero que ya hicieron su propio proceso y apoyan a quienes son nuevos.

LA HISTORIA DE WILLIAM

William, de 41 años, llegó en febrero al centro y ahora es referente par, por lo que acompaña a otros, participa en los talleres y ayuda en la elaboración de curriculums vitae.

“Antes de llegar a la calle estaba viviendo en la casa de mis viejos. Producto del consumo de las drogas perdí mi trabajo, mi apartamento y las cosas materiales grandes. Lo que no me estaba dando cuenta es que me estaba perdiendo yo y que me estaba generando un problema muy grande en mi cabeza y en las emociones”, cuenta ahora. Antes, era profesor de matemáticas. Desde los 22 está en situación de calle.

Sobre su primera noche a la intemperie, cuenta que no durmió, que se vino al centro buscando refugio, que sentía miedo.

Los años, desde entonces, han sido “internaciones tras internaciones, una puerta giratoria. Entraba y salía. Estuve trabajando en call centers dos o tres meses y terminaba en la calle. Todavía seguía sintiendo que podía consumir con éxito. Tapo mucho mi dolor, mis heridas del pasado, con el consumo. Como decimos nosotros en la calle, siempre más. Sí, hay siempre más pero también hay más dolor, más angustia, más soledad”.

Ahora, sentado en El Abrojo, dice que lo que le sirvió fue “tocar fondos”.

“Después de 19 años de consumo, aprendí a conocerme un poco más. Hay señales, hay pensamientos, que son síntomas que uno tiene que tener de alerta para no recaer”, señala.

Ha estado internado, ha vuelto a su hogar y actualmente está en un hogar nocturno que atiende patologías duales, que en su caso es depresión y consumo de sustancias.

“Al consumir drogas, el bajón que viene después agudiza la otra patología, que es la depresión”, cuenta.

“El abrojo al principio me costó mucho. Hoy por hoy lo siento como mi casa. Nos pasa eso a la mayoría que terminamos como referentes par. Cuando empezamos a darnos cuenta de que hay otro que está necesitando y que vos podés ayudarlo, es gratificante para uno”, dice.

El consumo, afirma, muchas veces es más consecuencia que causa de estar en la calle, “porque hay que calmar el dolor”.

“A veces piensan que somos indigentes, vagabundos, faloperos o pastosos. Yo he visto a más de uno compartir el pan. El abrigo se lo damos a alguien que está pasando frío. En la situación de calle mismo, creemos que somos hermanos”, narra.

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