En La casa hay “un conjunto de ofertas para ocupar el tiempo”, indica Cámara y agrega que el enfoque para trabajar con las personas es “protagonista y participativo”.
Briozzo sostiene que el momento más riesgoso para el consumo, el “crítico”, es desde las 5:00 de la tarde, horario en el que cierran los centros diurnos y las personas deben ir a buscar un refugio para dormir. “Puede ser que entren a las 20:00 o a las 22:20 les digan tenés que ir al refugio que queda a 15 kilómetros de acá. Toda esa situación la viven con muchísimo estrés, y muchas veces es la que llamamos la zona de riesgo para la recaída, donde el consumo aparece como un salvataje”.
Para la socióloga la internación y la medicación es una de las herramientas, pero se debe complementar con tratamiento comunitario y el sistema sanitario, así como protección social.
En El Abrojo se trabaja con figuras que son referentes pares, usuarios que también están en situación de calle, pero que ya hicieron su propio proceso y apoyan a quienes son nuevos.
LA HISTORIA DE WILLIAM
William, de 41 años, llegó en febrero al centro y ahora es referente par, por lo que acompaña a otros, participa en los talleres y ayuda en la elaboración de curriculums vitae.
“Antes de llegar a la calle estaba viviendo en la casa de mis viejos. Producto del consumo de las drogas perdí mi trabajo, mi apartamento y las cosas materiales grandes. Lo que no me estaba dando cuenta es que me estaba perdiendo yo y que me estaba generando un problema muy grande en mi cabeza y en las emociones”, cuenta ahora. Antes, era profesor de matemáticas. Desde los 22 está en situación de calle.
Sobre su primera noche a la intemperie, cuenta que no durmió, que se vino al centro buscando refugio, que sentía miedo.
Los años, desde entonces, han sido “internaciones tras internaciones, una puerta giratoria. Entraba y salía. Estuve trabajando en call centers dos o tres meses y terminaba en la calle. Todavía seguía sintiendo que podía consumir con éxito. Tapo mucho mi dolor, mis heridas del pasado, con el consumo. Como decimos nosotros en la calle, siempre más. Sí, hay siempre más pero también hay más dolor, más angustia, más soledad”.
Ahora, sentado en El Abrojo, dice que lo que le sirvió fue “tocar fondos”.
“Después de 19 años de consumo, aprendí a conocerme un poco más. Hay señales, hay pensamientos, que son síntomas que uno tiene que tener de alerta para no recaer”, señala.
Ha estado internado, ha vuelto a su hogar y actualmente está en un hogar nocturno que atiende patologías duales, que en su caso es depresión y consumo de sustancias.
“Al consumir drogas, el bajón que viene después agudiza la otra patología, que es la depresión”, cuenta.
“El abrojo al principio me costó mucho. Hoy por hoy lo siento como mi casa. Nos pasa eso a la mayoría que terminamos como referentes par. Cuando empezamos a darnos cuenta de que hay otro que está necesitando y que vos podés ayudarlo, es gratificante para uno”, dice.
El consumo, afirma, muchas veces es más consecuencia que causa de estar en la calle, “porque hay que calmar el dolor”.
“A veces piensan que somos indigentes, vagabundos, faloperos o pastosos. Yo he visto a más de uno compartir el pan. El abrigo se lo damos a alguien que está pasando frío. En la situación de calle mismo, creemos que somos hermanos”, narra.