EL DRAMA DE LOS EVACUADOS: LA AYUDA QUE RECIBEN Y LO QUE LES FALTA

Florencia Rodríguez es madre de mellizas y de otros niños pequeños. En las últimas horas, su nombre se hizo visible tras la evacuación de varias familias afectadas por la crecida del río en Artigas. Hasta ayer, se encontraba junto a otras personas en condiciones precarias en Plaza Catalá, a la intemperie, buscando una solución inmediata ante la emergencia. Hoy, su situación ha mejorado.

“Sí, hoy estamos mejor. Acá está más calentito, sobre todo por los niños”, cuenta Florencia desde el Club Centenario, uno de los puntos a los que las autoridades trasladaron a los evacuados. El cambio se produjo entre las dos y tres de la tarde del día anterior, según relata.

Florencia se encuentra en el club junto a sus hijas, su otro hijo, y una pareja amiga con dos niños. “Nos trajeron ropa, frazadas, huevos, leche, pan, comida… Lo que habíamos pedido”, explica. La ayuda comenzó a llegar después de que se visibilizara la situación, aunque no todos los comentarios que recibieron fueron positivos.

“Sí, hay gente que dice cosas sin sentido. Pero ya sabemos que eso siempre pasa. Lo importante es que mis hijos ya no están con frío”, destaca.

Consultada sobre si recibieron alguna indicación de cuándo podrán regresar a su hogar, responde que aún no se les informó nada. Lo cierto es que, hasta ahora, el retorno no parece cercano.

Rodríguez también responde a comentarios que circularon desde algunas autoridades, que sostienen que a veces los evacuados terminan dañando los lugares a los que son trasladados. “A mí nunca me dieron un club ni nada para quedarme. La vez anterior estuve atrás del Tata. Esta es la primera vez que me llevan a un lugar así”, afirma.

En esta situación de emergencia, distintas organizaciones han colaborado. “Madrinas por la Vida me llamaron y dijeron que desde Promoción Social iban a traer ropa de abrigo para mis hijos y también para los hijos de la otra familia. Capaz llegan más tarde”, comenta.

Sobre su futuro, Florencia es clara: cuando el río baje, regresará al mismo sitio donde vivía. “Es lo único que tengo. Es donde tengo que ir”, dice resignada.

Cuando se le plantea la posibilidad de recibir una vivienda permanente, no duda en decir que sí. “Yo hace años que me anoto para viviendas, para terrenos… pero nunca me dieron nada. La vez pasada supuestamente iban a darnos un terreno para hacernos algo, pero hasta ahora nada. Seguimos esperando”, cuenta con frustración.

Actualmente, recibe apoyo del Mides, la asignación familiar y también del programa Uruguay Crece Contigo, que ayuda a familias en situación vulnerable.

Por otra parte, Cintia Leites y su familia, vecina del barrio San Miguel, se encuentran alojados en carpas instaladas en la Plaza Catalá, uno de los puntos habilitados por las autoridades de Artigas para asistir a los evacuados por la crecida del río.

“Llegamos temprano, ya no había mucho que hacer. El agua había tomado todo”, relata Leites, visiblemente afectada pero agradecida por el respaldo recibido. En la improvisada carpa conviven con ella su suegra, su esposo, su cuñada y varios sobrinos. En total, son al menos siete niños, de entre uno y doce años, que hoy dependen enteramente de la solidaridad.

Para Cintia, esta es la primera vez que debe dejar su casa por una inundación. Sin embargo, su familia ya ha vivido episodios similares. “A ellos ya los habían sacado antes. Pero esta vez, aunque triste, la ayuda ha sido muy buena. Nos han apoyado en todo”, asegura.

Las condiciones en Plaza Catalá, si bien precarias, son aceptables según Leites. “Nos tienen bien atendidos. Están atentos a lo que nos falta, sobre todo por los niños. Ya nos dieron ropa, alimentos y un espacio calentito para que estén cómodos”.

Uno de los aspectos que más destacan es la rápida respuesta de las instituciones. “Vinieron vacunadores y otras autoridades. Se han movido mucho”, comenta. Sin embargo, las pérdidas materiales son considerables: “Pudimos sacar ropa, pero los colchones quedaron empapados. Ya nos entregaron algunos nuevos. Los muebles, la mayoría, quedaron dentro de la casa”.

El agua ya ingresó por completo a la vivienda familiar, y no hay certezas sobre cuándo podrán regresar. “Todavía no nos han dicho nada. El río sigue creciendo, así que hay que esperar”.

Entre las mayores preocupaciones están los niños, especialmente una niña con dificultades de salud. “La humedad la afecta mucho más. Por eso estamos luchando por una solución habitacional, algo más permanente. No se puede seguir así”.

A pesar del frío, las carpas han sido acondicionadas para enfrentar las noches gélidas. “Por suerte son calentitas, y secó bastante. Pero hay familias con niños pequeños que no pudieron quedarse aquí por el frío”, explica.

Frente a la incertidumbre, Leites concluye con una frase que sintetiza el sentir de muchos: “Seguimos luchando como siempre. Esperamos que esta vez sí llegue una solución, porque más allá de lo material, esto es por los gurises”.

Florencia y Cintia representan a muchas madres uruguayas que, pese a las dificultades, no bajan los brazos. Su historia es una entre cientos, pero refleja con claridad la necesidad de respuestas estructurales y sostenidas para quienes viven en condiciones de alta vulnerabilidad.

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