Con el objetivo de seguir promoviendo el acceso a la lectura y la inclusión cultural, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) lanzó en la Escuela N.º 43 «José Pedro Varela» de Artigas la modalidad en portugués del proyecto Biblioteca Solidaria, una iniciativa que ya cuenta con once años de trayectoria en Uruguay.
Sandra Mosca y Gabriela Irureta, asistentes técnicas del Programa de Lectura y Escritura en Español de la Dirección de Políticas Lingüísticas de la ANEP, encabezaron la presentación del proyecto, que ahora se expande hacia una nueva dimensión: la promoción de la lectura en lengua portuguesa.
“Biblioteca Solidaria es una modalidad que comenzamos en 2014, con el propósito de promover la creación de bibliotecas mentales que permitan a los niños comprender mejor lo que leen e insertarse activamente en la cultura escrita”, explicó Mosca.
La versión en portugués del proyecto es posible gracias al apoyo de la Embajada de Brasil, que ha donado colecciones de libros especialmente seleccionadas. En esta etapa, diez escuelas del departamento de Artigas participarán de la propuesta.
El programa Biblioteca Solidaria ya está presente en más de 1.000 centros educativos de todo el país, incluyendo jardines de infantes y escuelas públicas de todos los contextos. Su eje central es la formación de comunidades lectoras que integran a vecinos, familiares, exalumnos y voluntarios, quienes participan activamente en la promoción de la lectura.
“Estos equipos comunitarios tienen la misión de compartir lecturas con los niños, generar espacios de conversación sobre los textos y transmitir el valor de la lectura como práctica cultural”, destacó Mosca.
Por su parte, Gabriela Irureta explicó el origen de la iniciativa en portugués:
“El año pasado, en la escuela N.º 3 de Tranqueras, una abuela se acercó espontáneamente para leer en portugués, su lengua materna. Su deseo de compartir su cultura y su forma de leer fue tan genuino que la comunidad educativa decidió incorporar esta experiencia al proyecto”, relató Irureta.
A partir de ese hecho, surgió la idea de formalizar esta extensión del programa a una segunda lengua, fortaleciendo el vínculo entre la escuela y las comunidades bilingües del norte del país.
“La entrada de la comunidad a la escuela para colaborar con la formación lectora de los niños resulta en un beneficio invaluable: enriquece el vocabulario, estimula la adquisición de la cultura escrita y fortalece los procesos de alfabetización”, concluyó Irureta.